Corregir sin herir

Cuando un jugador de ajedrez quiere tocar una pieza para colocarla bien y no tener la obligación de moverla, puede decir “Compongo” y así el adversario queda advertido.
 
Ojalá pudiera aplicarse a la vida. Ojalá tener una palabra como “Compongo” que le permita a uno hacer una corrección al de al lado, y se sobreentienda que la intención de esa corrección es buena, que no se malinterprete ni se le cobre el agravio, al igual que al jugador de ajedrez no se lo cobra esa corrección para colocar bien su pieza.
 
Es algo así como la corrección fraterna de los cristianos, o el vilipendiado feedback positivo de las empresas. Aunque sobre este último tengo mis peros. En mis años en grandes corporaciones cada vez que algún superior venía a darte feedback positivo (o constructivo, aquí cada uno elegía el adjetivo según su nivel de hipocresía) te solían leer la cartilla, pero como era “dar feedback” aquí no pasaba nada y él seguía siendo el jefe del año.
 
El “Compongo” que imagino es algo mucho más potente: un pacto entre socios que crea el clima idóneo para decirle al de al lado esas verdades que habitualmente uno se calla, o si se aventura a exponerlas provoca un riesgo latente al rechazo.
 
Mi “Compongo” es para mejorar, como ese pequeño porcentaje de uvas que suelen aparecer al elaborarse los vinos para mejorar la variedad dominante.
 
”90% tempranillo, 5% garnacha y 5% mazuelo”. O “90% macabeo y 10% garnacha blanca”. Estos pequeños porcentajes son el Compongo de la elaboración. Un pequeño toque que corrige el porcentaje de defectos de la uva principal para mejorarla.
 
Ojalá saber ser ese pequeño porcentaje en la vida. Ser ese 5% de variedad mejorante que perfecciona al de al lado.
 
@pascualdrake
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