Hace 20 años de todo: Séptimo Sentido Tempranillo

Es doloroso como a partir de los 33–35 años de edad empieza a hacer 20 años de todo. De todo aquello que significó algo para ti en esos años en los que absorbes todo como una esponja natural recién estrenada.

Yo cumplí los 13 viendo a Julio Salinas regalar el pase a semifinales a Italia en el tórrido verano del 94 en el chalé de verano de mis abuelos, por lo tanto pasé los 33 viendo como se hablaba de los 20 años de lo de Salinas, del Definitely Maybe de Oasis, o del estreno de Forrest Gump o Pulp Fiction.

Bonitas efemérides en ese momento. Lo compartes en Instagram, se lo envías a tus colegas de Whatsapp en plan jodó tío qué mayores somos.

Y lo que al principio es curiosidad pasa a melancolía, de ahí a nostalgia y me huele que acabará en cierta tristeza. 20 años de tu primer beso, del final del colegio, del primer polvo -si es que recuerdas aquel desastre-, 20 años de tu mayoría de edad, 20 años del carné de conducir… Y todo ello acompañado de la celebración -si así se puede llamar- de dos décadas de todos los discos y películas que te gustaron y se te metieron hasta los huesos.

Mi amigo Alberto ha compartido estos días en sus stories fotos de los cromos de aquel USA 94, del que ya no son 20 si no 27 los años que han pasado, y lo hacía el mismo día en que estreban por la radio la colaboración entre Carolina Durante y Triángulo de Amor Bizarro con eso de

Bienvenido a los 40, deja ya de llorar. No abandones a tus amigos. Vuelve a la droga que olvidaste en el cajón. Una noche más, una noche más…

que suena muy bonito pero no se lo creen ni ellos porque lo único cierto es aquello otro que cantó Bunbury a sus 40: “porque de todo comienza a hacer ya mucho tiempo”.

Y hay quien lo lleva con resignación y quien hace de ello un arte; y eso me lleva a mi colega Txarly -una de las personitas que más me ha animado a escribir estos textos a pesar de mi pereza- y a al vino que hace más de dos párrafos os tenía que haber recomendado.

Txarly, que me demuestra cada vez que hablo con él que los 40 son los nuevos lo que a ti te apetezca, apareció hace unas semanas con una botella de Séptimo Sentido Tempranillo bajo el brazo. Me la regaló en agradecimiento por unas cajas de madera de bodegas clásicas que le había regalo yo a él para decorar vete tú a saber qué.

Séptimo Sentido Tempranillo es el quincuagésimo experimento exitoso de un proyecto del que hablaremos mucho por aquí: Vintae.

Este tinto cuesta menos de cinco pavos (I’ve gol 5 dollars we can put in the tank), la etiqueta quizá sea demasiado para los clásicos, pero dentro del modernismo de cubiertas de vino me parece más que acertada.

Es un tinto directo, de Tierra de Castilla, sin ínfulas ni pretensiones de tumbar a nadie en una cata a ciegas, pero con personalidad suficiente para defenderse en una cena de viernes con colegas, y no te digo después de un miércoles de mierda junto a una cuña de queso comté y un par de episodios de After Life.

 

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