¿Has leído a Jacobo Bergareche? Este verano mi feed de Instagram se ha dividido en dos: los que estaban leyendo a Bergareche y los que navegaban en un Yate. Y no coincidían. Los del Yate parece que son más de Tangana y los de Bergareche resulta que somos más de kayak.
Bergareche ha publicado una deliciosa novela titulada Los días perfectos, en la que como su nombre indica nos cuenta lo que para el protagonista fueron días perfectos y del tirón nos regala una concienzuda reflexión sobre qué es un día perfecto.
Días perfectos hay pocos en la vida -Bergareche lo limita a 14 ó 15-, la mayoría de las veces no están preparados, y en todos -o casi todos- los casos son perfectos por la perfección de él/ella, de quien te acompaña en ese día perfecto. Y no es una cuestión de derroche o de lugar, es una cuestión de quién está a tu lado.
Lou Red cantaba aquello de "Just a perfect day, drink sangria in the park"; Jeff Tweedy en su Passenger side entonaba el "I've got five dollars we can put on a tank", y así, decenas de ejemplos.
Porque los días perfectos no suelen tener lujos ni excesos; son días perfectos porque lo son en sus totalidad, no porque ese día haya tenido un momento perfecto.
Basta que preparemos el día perfecto: una cena en Diverxo planificada hace meses, descorchar un Hospices de Beaune Corton, un concierto de Leonard Cohen (cómo y cuánto te echo de menos), estar delante de un cuadro de Hopper... para que ese día no sea perfecto. Tendrá su momento perfecto, pero no será un día perfecto, porque los días perfectos se comparte sangría, pintas de cinco dólares, silencios, paseos, vino barato, picnics y música de gramola.
Mi próximo día perfecto -ojalá pronto- sé que no será el día que los King of Convenience toquen en el Lara, ni el día que abra la mágnum de Matsu El Viejo 2012 que tengo guardada para cuando el año que viene cumpla 10 años, ni la noche que Disney estrene el documental Let it Be de The Beatles. Serán momentos perfectos, pero no formarán parte de un día perfecto.
Mi próximo día perfecto tendrá vinos como del que vengo a hablar hoy: Borsao Barrica, del Mercadona, menos de 3€. No se me ha ido la cabeza. Lo compré este verano porque me fío mucho de Borsao (tiene maravillas como su Tres Picos) y al verlo en el lineal no pude evitar la curiosidad de ver qué eran capaces de hacer estos genios de la garnacha aragonesa por ese precio.
El resultado es más que correcto. Subí la foto de la botella a Instagram (no he montado en Yate y el libro de Bergareche lo leí antes) y me escribió mi colega Josecho, ex-enólogo de una prestigiosa bodega de Rioja:
"Vinazo, hay que refrescarlo un poco pero es un chollo, yo compré un par de cajas hace poco". Y si Josecho y yo coincidimos, no hay margen de error.