"Si no puedes explicarlo de manera sencilla, es que no lo entiendes lo bastante bien". No sé donde lo leí, pero lo tengo por ahí apuntado, y se ha convertido en una de esas frases que encasqueto a todo el que puedo, porque creo que es verdad.
Tendemos a complicar lo sencillo a la hora de explicarlo, y a excusarnos en un condescendiente "es que no lo vas a entender" cuando tenemos que explicar lo complicado.
Y en esto del vino somos unos especialistas en la materia, sobre todo en lo primero. Engalanar el discurso a la hora de describir un vino es deporte nacional, y siempre pienso que cada vez que escucho la explicación de un vino, y no la entiendo, o me pierdo, o me aburro, quizá no sea solo yo, quizá es que el de enfrente no lo ha entendido tan bien como parece. Maridar vino con chapa es lo fácil.
De ahí nace que nuestra manera de contar las cosas, de hablar de manera desenfada apelando al lenguaje sencillo y al sentido del humor. Porque si ya es placentero beber un buen vino, más placentero es entenderlo. Y porque "los pensamientos que no se convierten con facilidad en lenguaje, no son pensamientos", que dice Elisa Gabbert en su ensayo La Palabra Bonita.