Para mí, estar en el cielo es un festival sin colas ni gentuza en el que en un escenario están Neil Young y Wilco haciendo covers de Dylan mientras este les acompaña al piano; en el bar, que está lleno de vinos que han pasado por Descorchify, conversan copa en mano Morente y Cohen con un Lorca que les está invitando a otra ronda por todo lo que hicieron con sus versos.
Paul está grabando de nuevo con John mientras George y Ringo improvisan y Linda hace fotos. Yoko no está.
No hay dinero, ni dentistas, ni bancos, ni talleres de coches. En mi cielo, trabajo por pasión. Tengo una tienda de vinos, vinilos y libros y los clientes compran primeras ediciones de los Smiths, Bowie y los Stones, mientras Javier Marías y Rafael Chirbes presentan su novela inacabada.
Sabina y Quique González escriben juntos el disco que nunca escribieron y piensan en Calamaro, Fito Páez y los coros de Nina de Morgan para grabarlo.
Tengo una gran bodega sin sumilleres, ni enólogos, ni winelovers. Puedo beber a morro, enfriar el tinto y nadie me pone a prueba incidiendo en que si he notado el retrogusto a fruta madura, la crianza en lías o el toque a vainilla que le da el roble de Kentucky a no sé qué vino de guarda.
En mi cielo estás tú. En mi cielo está cada vino de Descorchify.
Y en tu cielo, ¿qué hay en tu cielo?