Ese día en el Palacio de los Deportes (porque lo seguiré llamando así til i die) nos juntamos gente de entre 20 y 70 años. A mis cuarentaypocos me sentí joven con Los Nikis las 20:40h, y viejo una hora después saltando con Carolina Durante. "Joder, pues estos tipos molan" oímos decir a un veinteañero que estaba escuchando a Los Nikis (teloneros) como castigo por tener un sitio en las primeras filas para ver a los carolinos.
Y es que todo es cíclico. Si los Nikis enamoraron en los 80 a los de entonces, los Carolina enamoran con una apuesta similar a los de ahora. Y dentro de 36 años aparecerán otros similares que enamoraran a los que lleguen.
Y la misma semana dice Marie Kondo que no puede más, que con tres niños no se puede tener la casa ordenada. La führer del orden ha tirado la toalla, y ahora los millones que nos ha sacado vendiendo libros y series explicando que hay que ser ordenados y minimalistas se los va a gastar en internas y melatonina. Porque Marie Kondo está volviendo a su infancia, a su casa llena de juguetes y de ropa desordenada, cajones que no abren y espejos mojados; porque el desorden también es cíclico. El desorden siempre vuelve.
Me contaban por separado los enólogos Joan Bada y Juanma Gozalbo esta semana que están recuperando viejos viñedos de las zonas de Terra Alta y Daroca, respectivamente, para volver a embotellar vino y devolver el esplendor vitivinícola a unas vides que tuvieron tiempos mejores. Porque lo merecen, y porque la vuelta al origen también es cíclico. El padre lo planta, el hijo lo abandona y el nieto lo recupera.
Todo es cíclico.