Todo es cíclico

Hace unos días vi sobre el mismo escenario a Los Nikis y a Carolina Durante. Los primeros sacaron su primera canción en 1981, los segundos en 2017. Una distancia de 36 años reducida en un escenario. Quizá sea uno de los mejores conciertos en los que he estado. Porque la calidad de los conciertos no se mide por lo musical, se mide por cómo te lo has pasado en ese concierto. Quien diga lo contrario, o miente, o es el enviado de Radio 3.
 
Ese día en el Palacio de los Deportes (porque lo seguiré llamando así til i die) nos juntamos gente de entre 20 y 70 años. A mis cuarentaypocos me sentí joven con Los Nikis las 20:40h, y viejo una hora después saltando con Carolina Durante. "Joder, pues estos tipos molan" oímos decir a un veinteañero que estaba escuchando a Los Nikis (teloneros) como castigo por tener un sitio en las primeras filas para ver a los carolinos.
 
Y es que todo es cíclico. Si los Nikis enamoraron en los 80 a los de entonces, los Carolina enamoran con una apuesta similar a los de ahora. Y dentro de 36 años aparecerán otros similares que enamoraran a los que lleguen. 
 
En plena resaca del concierto leo en El País a Ignacio Peyro, que tiene un año más que yo, decir que hoy en día todo es grande. "Hubo un tiempo en que lo pequeño fue bonito, pero ya llevamos años envidando a grande. Hemos sustituido la televisión por el home cinema, tomamos la copa en una copa rotunda de balón, nuestros relojes de muñeca se asemejan a los relojes de los buzos. Durante años quisimos que nuestro móvil fuera un peso pluma: hoy confiere estatus sacar de la chaqueta un iphone como la raqueta ganadora en Roland Garros. Vamos a macrofestivales, no a conciertos. No hace tanto criticábamos a los cocineros modernos por matarnos de hambre: en venganza, ahora sirven menús-degustación de veinte platos". El texto, sin explicitar, esconde una futurible vuelta a lo pequeño, a la modestia ("Deberíamos ser más modestos" se titula la columna). Y va a ser así, porque esto también es cíclico.
 
Y la misma semana dice Marie Kondo que no puede más, que con tres niños no se puede tener la casa ordenada. La führer del orden ha tirado la toalla, y ahora los millones que nos ha sacado vendiendo libros y series explicando que hay que ser ordenados y minimalistas se los va a gastar en internas y melatonina. Porque Marie Kondo está volviendo a su infancia, a su casa llena de juguetes y de ropa desordenada, cajones que no abren y espejos mojados; porque el desorden también es cíclico. El desorden siempre vuelve.
 
Me contaban por separado los enólogos Joan Bada y Juanma Gozalbo esta semana que están recuperando viejos viñedos de las zonas de Terra Alta y Daroca, respectivamente, para volver a embotellar vino y devolver el esplendor vitivinícola a unas vides que tuvieron tiempos mejores. Porque lo merecen, y porque la vuelta al origen también es cíclico. El padre lo planta, el hijo lo abandona y el nieto lo recupera.
 
Todo es cíclico.
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