Ver para creer: vuelta a lo no artificial

“Distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, lo real de lo ficticio empieza a ser una labor muy ardua. La confusión no ha hecho más que empezar. Cuando la inteligencia artificial instaure definitivamente un universo paralelo no vas a saber si ese primo tuyo al que le das la mano existe de verdad o es un replicante cuántico”.
 
Leo esta reflexión del escritor Manuel Vincent el pasado Domingo deResurrección, y pienso en que si Cristo viviera en estos tiempos, hubiera tenido que demostrar su resurrección no solo apareciendo, si no con pruebas sólidas de que no es un efecto de la inteligencia artificial. Me imagino al incrédulo apóstol Tomas diciendo que no, que todo es falso, que la herida en el costado es obra de ChatGPT.
 
Vivimos tiempos en los que es difícil creer en nada. O vemos y tocamos, o aquí hay gato encerrado.
 
Leo también que la música punk está volviendo a tener auge, y cuando leo el porqué me sorprendo y alegro: tanto hit siamés creado por la tecnología, voces de autotune, y reguetoneros que no pronuncian la erre están provocando que haya quien necesite refugiarse en grupos que escriben, componen, tocan y cantan. Aún hay esperanza. 
 
“Cobrarán un valor incalculable las cosas simples, naturales y sencillas, el trato personal, una conversación agradable que no conduzca a nada, con una botella de vino interpuesta”, continua Vincent.
 
Y volvemos al vino como refugio de lo real, de lo que no se puede crear artificialmente. El día que la inteligencia artificial sea capaz de hacernos sentir ese placer que da el primer trago será el día que habremos muerto, o quizá el día que habremos tomado la pastilla de color equivocado, a lo Matrix.
 
Mientras tanto, brindemos.
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